viernes, 1 de enero de 2010

POEMA A GABRIELA MISTRAL EN EL DIA DEL ESCRITOR

La niña del valle

(Guillermo Rivera G.)

Bajando viene una niña, por los senderos del cerro.

Con sus manitas de arcilla, aparta boldos y zarzas, del oscuro lodazal.

De su rostro lucero despeja, su negro cabello aluvial.

Repentinamente se detiene mirando hacia el rojo traral,

Y esquiva el vuelo oscilante de los queltehues plateados, en el viejo pimiental.

Bajo un espino amaranto, se confunde con el azafrán, alfombra de añañucas rojas

protegen su pies desnudos en este andar y andar.

¡ Y, mi caminar tendió los senderos infinitos¡

Y, mi caminar hirió al claro y bendito río que arranca desperdigado

Desde ignorado Alcohuaz ¡

¡Cuan puras eran tus aguas, cuan inocentes tus criaturas ¡

Y como los niños de pecho que buscan suave pezón de mamar.

Ellos buscaban los suyos, en los Andes, la Montaña hasta el pequeño Almendral.

En el cobre, la greda y el oro, el hierro y el suave amanecer tribal.

Y, el invierno ancestral cubría con su manto inmaculado, la vara y el encanto

Del sabio y antiguo chamán, en los aleros rocosos del mamalluca y de más..

¿Cómo lograron llegar el trigo y el vendimial?

¿En qué repliegue del tiempo relictual quedaron las casas y los altares de piedra,

De los hijos del sol y la tierra , de los que adoran los dioses enraizados en el antiguo pukaral ?

¿Por qué ignorado glaciar se ocultaron aquellos soldados plateados, de extraño lenguar y de esmeraldino antifaz, la quínoa, el zea maíz y la llorona ritual ?

¡ Solo el de los ojos eternos y el de las manos rugosas, el pajarero del rey, el ignorante bufón con geografías del mundo en su piel,

Solo él, amasó la greda reververa de todas las lenguas parlantes, y se dedicó a parlotear

,

¡Cruz y Biblia en ristre ¡

Aterrados los chañares alzaron el vuelo gimiendo hasta las cumbres ancianas de los cielos crepusculares.

Y se despejó el litoral de las gaviotas errantes, todo se llenó de silencio con un oscuro presagiar.

Extranjero rey llegaba entre amarillo y pendón, órdenes y servidumbre, contratos de lealtad.

Y, así, valle, río, montaña y el quebradal comenzaron a deletrear un catecismo bruñido con el rosario tiránico de real magestad, un catecismo sangrante de tanto sufrir y llorar.

¡Estaca cierre y portón, a quemar los bosques y a evangelizar!

Hirieron la tierra a mansalva, madre tierra madre nuestra, tu entraña y rocío, el edén de los consuelos del estío de tu pueblo original.

¡Y vinieron señores de otros señores¡

Siervos de señores y siervos de los siervos hasta el altar del rey.

Si necesitamos tantos brazos en el labriego llantar,

Si hay tanta semilla que plantar , tanto crío que criar y tanto indio que enbibliar¡

¡ Que trabajas la tierra, tus hijos también lo harán ¡

¡ Que eres dueño de la tierra, de tus hijos por siempre será ¡

¡ Que varón enseñas letras, tus hijos también enseñarán!

Pero una mujer letrada que golpe a la sociedad, cuanto escarnio originará.

Y apareció el amor cabalgando sobre brillante corcel, ¡ ay impío catafalco del ronco ronronear¡ Pié de acero de metálico avanzar.

¡Cuál saeta vocinglera rompió implacable el destino del estrecho Varillal.¡

Por la ventana del cielo pasó trotando y de luto, abriendo sus alas ventrudas la retorcida adversidad.

Liceo, La Compañía y la escuela Normal, con que argumentos tan burdos el río me hace llorar.

San Francisco en mi pensamiento, ay mi refugio sagrado, en las escrituras eternas y la noche del erial.

Los niños están callados y los cielos están llorando, ya no hay coro que cantar ni corro que jugar.

Punta Arenas, los juegos florales y ya el mundo sabe de mi cantar.

¡ Le pido un hijo a Los Andes ¡

¡ Le exijo un hijo a la tierra y le pido al sol de él cuidar¡

Un hijo al viento, un hijo al mar, un hijo, un hijo, mi hijo para con mis manos amasar como amasijo de la eternidad y entre mis brazos acunar

Un hijo nuestro a quien extrañar.

El Mito y leyenda, y el ojo torvo que vigila comienzan a enhebrar.

El Nóbel y la consagración de la soledad: enjuta, blanca y oscura, con la altivez orgullosa del antiguo montañar, avanza para avanzar, su cara triste y cobriza de la americana mestizal.

Y lentamente, estaciones tras estaciones, legaciones tras legaciones, le aparece la muerte ensimismada.

Ay la teutónica espada que enredó mi yinyin en sus brazos y clavó el anillo nibelungo en mi rojo corazón.

Así hundida en la marea infernal de los rascacielos del mundo, van pasando lastimeramente, países tras poblaciones, poblaciones tras ceremonias.

Regresa definitivamente.

Ya no hay terral en el valle, solo añañucas negras serenas que de lejos la ven pasar.

El río dejó de cantar, el cóndor dejó de volar.

Sólo el llanto de un niño rompe el ceremonial

El siete de abril vigila con su triste amarillear.

Ya la muchedumbre umbría hace lento el caminar:

íbamos a ser reinas allí entre montaña y el mar.

Pero partí hacia la aldea del siempre, nunca jamás

Y solo sus pies descalzos van hollando las arenas

Del largo sendero de la eternidad.

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